28 años después (2025)

28 años después (28 Years Later) me dejó con emociones encontradas. Una de las cosas que más aprecié fue cómo Danny Boyle sigue explorando el tema de la familia a lo largo de la saga 28 Years. Las películas y series de zombis suelen convertirse en una especie de oda a la supervivencia, mostrando cómo los humanos enfrentan los desafíos diarios en un escenario apocalíptico. En esta entrega, la perspectiva cambia hacia un joven que emprende un viaje en busca de una cura para su madre. Criado en una comunidad aislada en una isla, donde enseñan a los niños a sobrevivir desde pequeños, el chico admira a su padre pero también siente cierta decepción hacia él, lo que lo impulsa a lanzarse solo a esta aventura. En el camino, crece no solo como persona, sino como ser humano en esta odisea.

Lo que más destaca en esta película es la idea de la comunidad de infectados. Estos infectados casi parecen ancestros primitivos, y a través de ellos podemos vislumbrar la naturaleza más cruda y salvaje de la humanidad. Este aspecto me pareció muy interesante. Sin embargo, sin revelar nada, el final me dejó un poco descolocado. Cierra el círculo al retomar personajes del inicio, pero la manera en que se presenta me sacó de la experiencia inmersiva que había sentido durante toda la película.

Aaron Taylor-Johnson y el pequeño Alfie Williams huyen de primitivos (y desnudos) zombies

Visualmente, la película es impresionante. Danny Boyle y Alex Garland han creado una experiencia cinematográfica intensa y sobrecogedora. La fotografía es brillante, con primeros planos y planos abiertos que te mantienen al borde del asiento. La edición es implacable y no te da respiro, lo que aporta a la tensión y la emoción general. El guion es sólido, y aunque algunos elementos pueden pasar desapercibidos para muchos, a mí me fascinó el concepto de “génesis zombi” que explora la película.