F1 (2025)

El zumbido de los bólidos de Fórmula 1 y las motos de alta competición es uno de los sonidos más molestos que he escuchado nunca. De pequeño mi padre era aficionado a cualquier tipo de deporte y recuerdo varios fines de semana con esa pesada música de fondo, en el televisor. Así que meterme en el pase de F1, además de mucha ansiedad, me generaba cierto hastío.

Seguramente no hubiera tenido tanto interés sin el aval de Joseph Kosinski, el director que dio una buena lección de cine de acción con una de las pocas secuelas de éxito: Top Gun: Maverick. Claro que contaba con el respaldo de Tom Cruise, un auténtico visionario del género, pero el realismo que desprendían las escenas, amplificadas por el efecto IMAX, me tuvieron un buen rato volando. Literalmente.

En el fondo, así es. La Fórmula 1 recibe el trato de Top Gun en una película trepidante que me tuvo moliendo las muelas sin haber sentido jamás interés en ese mundo. La historia que cuenta ya la hemos visto varias veces. Un veterano de las competiciones de coches que sufrió un dramático accidente en plena pista es reclutado por su antiguo compañero para llevarle al éxito. El fichaje representa un choque de trenes con un joven piloto del equipo que no comparte ni su experiencia ni su paciencia.

Brad Pitt y Damson Idris, dos generaciones de pilotos y de actores

Brad Pitt hace lo mejor que sabe hacer: dar carisma y magnetismo con su rostro y lucir un cuerpo de infarto a sus 61 años. Nunca fue un gran actor pero tampoco se lo exigimos. Al otro lado del ring aguanta muy bien el tipo Damson Idris, el joven actor británico de quien nunca llegué a ver la serie que le dio la fama, Snowfall. Idris arropa la arrogancia de su personaje que cree que no necesita lecciones de nadie e hipnotiza con una sonrisa irresistible que logra que le perdones todo. Y no olvido a Javier Bardem que sabe mantener el listón.

Colegueo puro entre Javier Bardem y Brad Pitt

Como decía, la historia nos lleva por derroteros conocidos. Este enfrentamiento generacional, con la tecnología y las redes sociales de por medio, es algo a lo que ya estamos familiarizados. También se presenta una relación amorosa ciertamente innecesaria, aunque alimente el espíritu libre e indomable del personaje de Brad Pitt. El uso de circuitos reales y de pilotos auténticos le da un punto de veracidad muy estimulante. Sin saber yo mucho del tema reconocí a Fernando Alonso y, por supuesto, Lewis Hamilton que ejerce también como productor de la película.

Irresistible Damson Idris

Teniendo en cuenta la duración, casi dos horas y media, y la temática, podría tratarse de un ladrillo, pero la película se consume a buen ritmo y las secuencias de la competición son altamente adictivas. El formato IMAX le da un empaque todavía más trepidante. Desconozco si las estrategias chuscas de Pitt son algo habitual en el mundo real, pero añaden un ingrediente imprevisible en esta historia poco novedosa.

A veces sólo buscas eso, algo básico que te conecte con la pantalla y te mantenga en vilo un buen rato. Y en este aspecto, F1 es un éxito.

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